42
Cuarenta y dos es la respuesta, todo el mundo lo sabe, al menos los maratonianos y los autoestopistas.
Cuarenta y dos, además de ser la respuesta, es un número bastante bonito. Sonoro. Par. Nemotécnico; el primer guarismo es el doble del segundo.
Mi problema es que está dejando de ser un número para convertirse en una edad.
Y ya no estoy para estos trotes, para ir cumpliendo años, así, alegremente, aunque sean de uno en uno.
Porque me encuentro sumergido en la crisis de los cuarenta.
Al parecer no es grave, he preguntado por ahí, y se suele solucionar con un coche deportivo, o cambiando de pareja (he oído que los mejores resultados se dan cuando la nueva pareja es más joven, incluso de la mitad de la edad del enfermo).
Aparentemente es fácil salir de este estado, salvo que… no me gustan los deportivos, siempre he sido más de furgonetas (supongo que será por haber visto tanto Equipo A), y que estoy enamorado de la mujer con la que me casé, y si no fuera el caso, no me siento capaz de compartir mi vida con una niña de veintipocos, si con mi hija de seis años no me entiendo, y eso que antes de la adolescencia aún razonan.
¿A que viene esto? ¿La crisis de los cuarenta no se pasa a los cuarenta? Pues sí, pero yo esto de las temporalizaciones de las crisis lo llevo muy mal. La crisis de los treinta me llegó a los treinta y siete, por desgracia, la crisis de los cuarenta me empezó a los treinta y ocho. Y claro, cuando llevas los biorritmos cambiados, cuesta mucho centrarte de nuevo.
Es creíble, incluso puedo convencer a alguien de que es así. Pero no es cierto.
En realidad no he entrado en crisis por estar a punto de cumplir cuarenta y dos.
Voy a cumplir cuarenta y dos mientras estoy en crisis.
Y estoy en crisis laboral; creo que podría trabajar en algo que me llenase más, pero como no estudié, no estoy titulado (aunque esté capacitado). Y en mi trabajo hay mucho de apuesta personal, y no me gustaría tener la sensación de retirarme sin ganar. Y estoy en crisis deportiva; me gustaría salir más al monte, pero eso significa “aparcar” a mi familia, y ya bastante dejo de verlas durante la semana como para, encima, no verlas el fin de semana y, además, cargar a mi mujer con la “faena” de aguantarlas esos días que no hay cole. Y salgo con ellas, y son excursiones agradables, pero a veces se me quedan cortas.
Mi amigo psicólogo (al menos, mientras le pagué las sesiones era amigo mío. No creo que me engañase, era un señor con bata blanca) me dijo que la culpa es mía. Por utilizar palabras. Claro, si a la pregunta “¿q´tal, co?”, respondiese “¡Bien, co!” o “¡Asin, asín, co!” no tendría problemas, sobre todo porque al no saber explicarlos pensaría que no existen.
Pero, cuando eres capaz de dar una respuesta compleja (más de dos monosílabos) a cualquier pregunta, terminas haciéndote preguntas complicadas. ¿Quién soy? ¿Dónde voy? ¿A qué velocidad corre el guepardo?
Y, la respuesta, de momento, está en mi mismo.
Porque la respuesta definitiva es 42.
2 comentarios
Okok -
Los 40, divertidos. La gente te dice que no pareces cuarentona, y siempre es mejor eso que tener "treintaytantos" y star ya feucha :P
42, la respuesta.
EN medio queda un 41 desangelado y triste :P
Gabriel -
;-)