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Dos Cervecicas

Cariño

Veo a la gente pasear  despreocupada.

 

El edificio no tiene mucha altura. La suficiente para que pierdan su humanidad.

 

Recuerdo a mi padre. Siempre he querido complacerle.

 

"Ayer, durante la celebración de un encuentro de categorías inferiores se produjo -¡Que no pase! Gritaba. ¡Que no pase!- un terrible encontronazo -¡Mátalo, mátalo!- que ocasionó la muerte de un jugador..."

 

Dejé de jugar al fútbol, creo que mi padre tenía miedo de que me hiciése daño.

 

Me fijo en un calvo. Muy calvo. Demasiado brillo. Debe pulirse la cabeza cada mañana. El reflejo del sol me molesta. Mejor el grupo de niños. Son más activos, pero no se salen de los límites del arenero.

 

No entendí el cambio de casa. Iban a poner ascensor. Aunque el viejo del primero no quería.

 

"Trágico suceso en nuestra ciudad. Un anciano -Si tuviera que subir hasta aquí todos los días- cayó ayer desde un tercer piso  - ¡Cómo me molestan estos egoistas!- por el hueco de las escaleras. Se desconocen las causas por las que la víctima, que vivía en el primero, había subido a los pisos superiores..."

 

Ayer, cuando llegó a casa, estaba más huraño de lo normal. -Estoy harto de la gente, - me miró avergonzado -no hacen más que cuchichear a mis espaldas.-

 

Hay una pareja en un banco, se miran, se hablan, se ríen. Quizá se estén riéndo de mi padre. Ellos también.

 

Aprieto el gatillo.

 

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