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Dos Cervecicas

Un mal día.

No era su mejor día, si alguna vez había tenido un día bueno.

En el expoautobús le robaron la cartera, poco le importaba ya, tampoco necesitaba identidad, y la entrada estaba en otro bolsillo.

No le dejaron pasar la navaja. "Puede dejarla en consigna". "Sí, claro". "La fianza son cinco euros". ¿Y de qué me va servir la navaja en la consigna? ¿Y qué hago luego con la ficha? ¿Cinco euros? Si la navaja vale tres. Así que prefirió tirarla al río. Con tan buena suerte que acertó en la cabeza de uno de los policías que patrullan el Ebro. Segundos después dos policías enormes habían caído sobre él, lo levantaron en vilo y, sin volver a tocar el suelo con los pies, lo sentaron en una silla, esposado y ensangrentado.

Habían pasado dos horas cuando le permitieron salir y visitar la Expo. "Y cuidadico, que te vigilamos". Su amargura había aumentado durante el interrogatorio. La camiseta rota y los raspones de la cara generaban curiosidad. Siempre había sido un individuo anónimo, pero ahora todo el mundo le miraba. Bueno, tampoco es tan malo, pensó, mañana todos recordarán al de la camiseta rota.

Ya no podía cortarse las venas en el Pabellón de Murcia, o en el primero que tuviera un rincón oscuro. Así que cambió de idea, subió a las terrazas superiores, tomó carrerilla y saltó por encima de una barandilla. Debería haber mirado antes, se dijo mientras caía sobre una sombrilla y, enroscado entre tela y varillas perdía los dientes en el canto de una mesa.

"¿Pero tú estas tonto o qué?". Reconocía al policia. Apenas dos horas y veinte minutos antes se había sentado frente a él. "Yo lo que quiero es suicidarme". "Pues tirate al río y deja la Expo en paz, coño, que aquí vienen niños". Sollozó, intentó aguantar las lágrimas pero se derrumbó. "No se nadar, no se nadar", repetía a voz en grito mientras un grupo de chavales, empapados en las fuentes de agua, hacían corro alrededor de la ambulancia.

 

5 comentarios

aguardentero -

anda pa casa, anda pa casa, que siempre nos tienes que dejar en evidencia a tu madre y a mí, la próxima te encorro a gorrazos santi, que me tienes hasta los mesmisimos,

laMima -

Pues hombre, yo creo que esnifando profundamente en el Pabellón de Murcia lo hubiese conseguido.No hacía falta navaja.
Oye, ¿y escuchando la musiqueta de la cabalgata de noche desde el exterior del recinto?. Sin mirar, con los ojicos cerrados: te mueres de miedo.
Digo.

Vesania.- -

pero mañoooooo
pero questoooooooo!!!!!!!!!!

SantIP -

La ley de Murphy aplicada.

carina -

ay..que triste..seguro que esto tiene una lectura literaria interesantisima .pero hoy yo que estoy algo sensible no dejo de preguntarme que le pasaba al pobre hombre y si no se podria haber hecho algo para calmar tanta tristeza?
un besote...